ANTONIO DAFFARI

Daffari 12La historia de la Semana Santa de Málaga está construida por personajes que, con el paso del tiempo, han dejado muestra clara de sus logros y trabajo en pos de unos valores e intereses que han enriquecido sobremanera nuestro patrimonio social y cultural.

Por lo general, esta historia cofradiera se ha labrado gracias a escritores, periodistas, escultores y artistas de diferentes ramas que, junto con los grandes mecenas de los últimos siglos, han conseguido que Málaga sea uno de los referentes de este arte religioso popular.

Nuestra ciudad destaca por, entre otras peculiaridades, tener una memoria selectiva y en algunos casos ser algo olvidadiza. En este sentido nos encontramos en el año 2012 hablando de alguien que, para muchos cofrades, se trata de un completo desconocido. De alguien con un estilo peculiar. Con una forma de trabajar envidiable y que marcó un antes y un después en el mundo de los hombres de trono. Muchas de las cosas que aquí van a aparecer, de haber sucedido a día de hoy, serían objeto de duras críticas por ser ataques y perdida de identidad malacitana. Por suerte, la historia, acaba dando un espaldarazo a la verdad.

Les hablo de Don Antonio Daffari, capataz de tronos.

Su vida.

Daffari 10Antonio José Arcadio Daffari Hidalgo nace en Barcelona de manera circunstancial en el año 1883, criándose en Málaga desde temprana edad. Su familia, natural de Asti –localidad italiana de la región del Piamonte- recala en Málaga al ser contratada en origen por el propietario de un gran café situado en calle Santa Lucía con el cargo de ser maestros heladeros, profesión de la que vivió su familia toda la vida. Su abuelo, Giuseppe D´affari, y su padre, José Daffari, se hacen populares en Málaga debido al éxito de sus helados que servían en aquél popular café. Este éxito lleva consigo que la familia Daffari viva cómodamente, sin llegar a ser ricos, pero pudiendo permitirse dar una buena educación a sus hijos.

Conforme pasan los años, Antonio Daffari va despegándose poco a poco de la tradición heladera familiar y desliza sus sentidos hacia los dos artes que coparían su vida: Los caballos y la Semana Santa. Desde joven se arrima al mundo de los caballos y la talabartería consiguiendo ser maestro guarnicionero de las caballerías de la plaza de toros de La Malagueta. Este oficio, del que vivía fundamentalmente, se complementaba con su propio taller de dicho arte, situado en la calle García Briz. Durante toda su vida vive en una casa en la malagueña calle San Telmo por la que pasarán decenas de hombres de trono en innumerables ocasiones y que aún, a día de hoy, es recordada por muchos malagueños anónimos.

Es tal la calidad de sus trabajos que, curiosamente, llega a ser el encargado de confeccionar los uniformes de la guardia romana que cada año sacaba la Hermandad del Santo Traslado en nuestra ciudad.

Antonio Daffari y la Semana Santa.

Daffari 08La vida de Daffari gira en torno a las Cofradías de Málaga. Pero, si bien su labor más destacada transcurre entre varales y hombres de trono, cabe destacar primero que no sólo fue ahí donde pudo plantar las semillas que germinarían con nuestras tradiciones sino que también lo hizo en el entorno global de las mismas participando en la creación y reorganización de muchas de las Hermandades.

Antonio Daffari conformó junto con el Padre Ponce y Paco Triviño el grupo de malagueños que reorganizó la desaparecida Cofradía de La Pollinica en la primera década del siglo XX. Su papel en dicha Hermandad fue tan destacado que pasó toda su vida ligada a ella y mandó en su trono hasta sus últimos días. Es en esta misma Cofradía y gracias al apoyo y la intención de Paco Triviño donde Daffari comienza a mandar en los tronos malagueños en el año 1912, pudiendo afirmarse que es aquí donde nace el cambio sustancial que vivirá la Semana Santa de Málaga desde el punto de vista del hombre de trono del que más adelante daremos debida cuenta.

Junto con la reorganización Pollinica, Antonio participa años después, en 1925, en la fundación de la Hermandad del Prendimiento en la iglesia convectual de Santo Domingo donde va consagrando su figura como pieza clave del desarrollo de nuestra historia cofrade. Es en esta fundación, en torno a los comerciantes y contratistas del mercado de Atarazanas, donde sale a la luz la figura fundamental de su mujer, María Herrero. María era una mujer con un carácter significativo. Seria y muy formal, supo transmitir esos valores a su esposo. Esta forma de ser, fue seña de identidad de la pareja en la cual, la figura de la mujer no era propia de los tiempos, siendo éstas piezas importantísimas en la vida externa de la familia.

Un dato característico de María Herrero, propietaria de una carnicería en Puerta Nueva, es que fue la primera mujer con permiso público para poder acceder a los mataderos municipales de Málaga, situación que no se había permitido hasta esa época. Este sistema de vida y la forma de educar a sus hijos, convierten en el futuro a la hija de la pareja en alguien que, para Antonio, es fundamental en el engranaje de la contratación en los tronos.

Si bien Daffari participa en diversas actuaciones de entidad, hay una que destaca por su valía y honradez personal.

Una mañana de Mayo de 1931, un grupo de rateros y saqueadores descontrolados toman la iglesia de los Santos Mártires provocando numerosos destrozos y graves daños en el patrimonio de la parroquia. Durante el saqueo, la talla de Nuestro Padre Jesús en la oración en el huerto es objeto de estos ataques y la talla es desmembrada y la cabeza arrancada y lanzada a una pira que poco después sería pasto de las llamas. Antonio, que tenía su casa muy cerca de la parroquia, se acerca a la misma y recoge hábilmente la cabeza del Señor, ocultándola bajo un paño. Durante años, en su humilde casa de la calle San Telmo, Antonio guarda la cabeza de la talla que, gracias a su valentía y cariño hacia la semana santa, sigue a día de hoy en su parroquia recibiendo culto de los fieles malagueños.

Daffari, capataz de tronos.

Daffari 15La tarea de mandar en los tronos ha sido siempre fundamental para poder sacar a la calle las imágenes en Semana Santa. Si bien se considera indispensable para poder realizar dichas salidas, el papel de capataz cobra un papel importante conforme la Semana Santa va evolucionando, el tamaño de los tronos aumenta y la dificultad para encontrar y controlar a gente para que cargue va cobrando especial dificultad. Es aquí donde Antonio Daffari consigue un papel relevante en toda la ciudad.

La receta de su éxito es sencilla y se fundamenta en dos elementos: formalidad y honradez.

Esta labor consistía en la búsqueda de hombres para cargar los pesados tronos, medirlos, contratarlos, que cumplan su trabajo y pagarles lo acordado. En principio, esta tarea no presenta demasiada dificultad pero en realidad suponía un esfuerzo importante puesto que debía conseguir que personas de especiales características supieran comportarse acordes con el ambiente de seriedad y respeto que mandaba la procesión.

Antonio, a diferencia de los demás capataces, montaba sus cuadrillas contando con hombres de diversa índole y profesiones sin depender exclusivamente de porteadores venidos del puerto como era habitual. Esta característica junto con su formalidad y especial sensibilidad hacía que el resultado de su trabajo fuera un poco más lejos que el de los demás. Antonio y su gente no acarreaba tronos. Los llevaba de manera que ellos pasaran desapercibidos canalizando el total de la atención de las personas hacia las imágenes. Eran cuidadosos, correctos y muy formales en la calle. Ese era su sello y logró imprimirlo en todos los tronos que llevaba durante su salida.

Una de las peculiaridades con las que contaba Antonio Daffari era que todas las tareas de reclutar las cuadrillas, su tallaje, el reparto de túnicas y los pagos, se realizaban en su propia casa con la colaboración y el trabajo directo de su hija Encarna. Es destacable este hecho puesto que incluso a día de hoy es impensable en nuestra ciudad que una mujer participe en el simple tallaje o reparto de puestos en una de nuestras Cofradías.

Esta es una muestra inequívoca de la forma de ser y trabajar de Daffari quien afirmaba que "si los hombres me respetan a mí, también respetarán a mi hija".En este sentido se deja entrever que el carácter de Encarna era muy parecido al de su madre y era capaz de bregar con hombres de trono en diferentes situaciones.

Está documentado que Daffari mandó y llevó los tronos de Pollinica, donde permaneció prácticamente hasta su último año de vida, la Virgen del Amparo, el Huerto y la Concepción, el Cautivo y la Trinidad, Gitanos, las Penas, el Rescate, Sentencia y el Rosario, el Rocío, la Sangre y Consolación, la Buena Muerte y la Soledad, el Santo Suplicio, los Milagros y la Amargura, la Piedad, la Soledad del Sepulcro, el Resucitado, la Divina Pastora, María Auxiliadora, el Carmen del Perchel así como la patrona de Málaga, la Virgen de la Victoria.

A esta lista hay que sumarle algunos tronos más pero su confirmación no es oficial aunque sí de palabra de varios capataces que han tenido la suerte de trabajar bajo el mando de Don Antonio.

Un estilo que deja huella.

Daffari 16El que Antonio Daffari no procediera del puerto y que su nivel social y económico fuese superior al de sus compañeros hizo desde un principio que sus preocupaciones y ganas de cambiar fueran en una línea muy distinta al resto.

Desde sus inicios en el mundo del varal, Antonio quiso replantear la manera de llevar los tronos en Málaga y lo consiguió.

Al hacerse cargo del trono de la Pollinica, Antonio se encontró con hombres que trabajaban con horquillas y correas y que caminaban al paso. Tras muchas horas de pruebas, consultas y cálculos, Daffari planteó una nueva forma de "andar los tronos" en Málaga y lo consiguió. Desde un principio apostó por dar al trono una cadencia y una serenidad en el paso para conseguir que desde fuera se viera un andar más elegante y menos forzado.

Con el tiempo, todos los tronos en Málaga mandados por él o por otros capataces adoptaron esta medida que con los años se pasó a llamar paso marinero o paso malagueño.

En definitiva, viene a ser algo distinto, innovador y moderno que nace de alguien que era capataz. Un puesto para gente ruda pero que Antonio sabía manejar de la manera más exquisita. Con los años, nuestra semana santa ha pasado por su mano y a día e hoy aún no se le ha agradecido.

Ante este tipo de personas con tales características, se suele crear un mito que poco a poco va convirtiéndose en leyenda. En su caso no ha sido así del todo. Su trabajo ha servido para que muchos de sus discípulos continúen con la saga de buenos capataces pero salvo excepciones, nadie ha llegado a su nivel.

Con Antonio Daffari fueron siempre los mejores.

A su lado estuvo un gran capataz de cola como fue Juan Ceja o también Antonio Bros, dos de los capataces más significativos de nuestra historia. Pero si alguien ha sabido asimilar la visión de la forma de trabajar en el trono ese ha sido Manuel Sánchez, más conocido en el mundo cofrade como "Bigote Pana". Manuel fue la mano derecha de Daffari durante muchos años y estuvo a su lado como capataz y como "encargado", figura ya desaparecida en nuestra semana santa y que consistía en llevar el mando de un trono en ausencia del capataz.

Al ser Daffari el mejor capataz que tenía la ciudad, eran muchas las cofradías las que querían contratarlo para que sus tronos salieran a la calle de la mejor manera posible. Teniendo en cuenta esta circunstancia, se daba el caso de que en un mismo día, varias Hermandades llevaran cuadrillas mandadas por Antonio Daffari. Era en estas situaciones, en las que Antonio delegaba uno de los tronos en Bigote Pana, su "encargado" para representarlo. Durante la noche, Antonio solía pasar de trono a trono controlando cómo trabajaban sus hombres.

Daffari era un capataz distinto. Él y sus cuadrillas iban perfectamente vestidos con la túnica planchada y bien peinados. Hay un detalle, que se escapa de nuestra memoria pero que siempre es bueno conocerlo, puesto que así, podremos ampliar nuestro conocimiento y evitar comparaciones o modismos que en muchos casos criticamos: Antonio Daffari salía de capataz en infinidad de tronos vestido con traje y corbata negra. Antonio era malagueño, defendía a Málaga y tenía un estilo propio.

Tengamos siempre en cuenta este dato antes de lanzarnos al aventurado abismo de la crítica y la comparación en defensa de un estilo malagueño.

Antonio Daffari murió en Málaga el día 19 de Febrero de 1960.